El sitio es pequeño, moderno y elegante. El trato excepcional. El sommelier Ignaçi Montes, acompaña los platos con una explicación del maridaje genial. Vinos todos muy originales y con su historia.
Arrancan con un pan delicioso, con varios aceites y sales de colores para degustar.
Los platos, probamos el menú largo, varían según temporada muy frecuentemente y se basan en la cocina catalana, pero excepcionalmente reinterpretados y presentados, con técnicas de cocina puntera dignas de estrella michelin.
Me gustaron especialmente el arroz con sobrasada jengibre y cigala, el foi, la carrillera o el bacalao.
En los vinos, el jerez con sabor a riesling alemán (Jiménez-Spinola), fue el que más me sorprendió.
Creo que es un descubrimiento, para repetir cada vez que vaya a Barcelona (y eso que la oferta es tremenda). Muy recomendable.
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